domingo, 15 de mayo de 2016

TRES EQUIS LAGUER-GA XXX........

¿QUÉ ES LO QUE QUIERE UNA MUJER?



HISTERIA

El hecho es tener mucho tiempo libre, relativamente. Me explico, lo que entiendo por mucho tiempo libre: tengo actividades de trabajo, tomo clases, doy clases, acudo a un pequeño taller de escritura quincenal y ocasionalmente visito la casa de los padres con el fin de enterarme de la proximidad de su muerte, ya. 

Probablemente esas sean las actividades en donde socializo con amigos o gente con la que mantengo una relación social estable o reconocida. No tengo amigas a las que frecuente, la verdad es que prefiero mantenerlas a la distancia, las aprecio pero tengo el tino de escogerlas aburridas, o tal vez la aburrida soy yo. No tengo novio, amante o algo parecido que pudiera ubicarse en ese registro.

De modo que paso mucho tiempo sola. Se puede decir que hago mi vida sola, sea lo que sea que eso signifique. 

Esto pudiese ser una ventaja pero también una cuita. Ambas cosas. En ambos casos me revuelco en esa circunstancia.

Es tiempo que lo ocupo para reflexionar, pensar, explorar mentalmente. Aunque no siempre ha sido así. Me entretengo.

Cuando leo un libro que me agrada, me mueve, me estremece o me intriga, tengo la posibilidad de tenerlo en la cabeza durante mucho tiempo sin escuchar distracciones del entorno. Puedo mantenerme pensando sólo en esos asuntos que leo, o bien, los que veo en películas, en vídeos o en la música que perennemente escucho. Si tuviera una familia numerosa, por ejemplo, implicaría un esfuerzo voluntario o involuntario, el concentrarme en los temas y problemas que se me van ocurriendo como efecto de lo que leí o contemplé. 

Mantener una línea de razonamiento, una tendencia, poner en juego varias ideas, las que sean y en el sentido que sean: en sentido contrario, en sentido paradójico, en contrastarlas con otros sentidos... Me gusta llevarlas a sus propios límites, desde mis límites.

¿Sobre qué pienso? Si a caso sobre mis alumnos, sobre mi función de "maestra". ¿Maestra en qué? Orientadora tal vez. La verdad es que tampoco me gusta esa palabra, me incomoda. Tal vez una persona que señala puertas que ellos pueden abrir por sí mismos y decir en sus propios términos lo que ven y lo que piensan sobre ello, o tal vez decir que ahí ni siquiera haya una puerta. Pero nada más. 

Ser maestra, -usando el rótulo público-, implica la posibilidad de señalar con banderillas los pequeños o grandes remolinos que pudieran encontrarse en un lago, el lago de la materia por la que transitamos durante un semestre. Las banderillas son para que, si lo desean, si desean pasar con su lancha, balsa o lo que tengan, cada alumno, sepan que corren el riesgo de la atracción, el vértigo o de hundimiento. Ser maestra también abre la posibilidad de destruir almas, por supuesto.

Pienso en su lugar social que ellos y yo poseemos en este entorno llamado país. Pero este no es lugar ni el momento para tematizar ese lado del espectáculo.

A veces pienso en ¿qué habría pasado si sí me hubiera suicidado en 1997 o en 1998. ¡Bah¡

Otras veces pienso en sexo.

Otras veces más pienso en imágenes que me gustan, que me dan placer. Otras más en sentimientos que me atormentan. La paranoia está contenida aunque latente. Hasta nuevo aviso. Otras más recuerdo los delirios que he tenido y todo alrededor de ellos. Los momentos en que aparecieron, sus posibles significados y lo que estaban queriendo simbolizar. Otras veces más acaricio dolores. Me gusta. 

De modo que con frecuencia me encuentro en silencio, aprecio el silencio. A veces las mujeres son tan escandalosas, histéricas que no dejan de hablar en relatos donde ellas son el centro: o son las que sufren increíblemente, o son ellas las que ahora se encuentran en momentos increíblemente felices para que todo el mundo se entere. Ese es un rasgo que en ratos yo soy portadora, por supuesto, pero es algo que trato de combatir o por lo menos de disimular, de ya no reproducir, de ver su origen y motivo, de comprender a qué evento de mi vida estaría respondiendo o expresando para entonces tratar de ver otras vías de procesarlo en mi mente, en mi personalidad. Algunos dirían que eso es comprender su función, la función del síntoma. Probablemente sea así.

El problema es que llego a un momento en que ya no sé para dónde moverme, o si acaso me sigo moviendo, o lo que es peor, si acaso tengo posibilidades de moverme, o tal vez esto de pensar que me muevo es tan sólo una ilusión de mi parte y más bien ocurre que la vida me tiene, -nos tiene, acaso-, colocados sin posibilidad de elegir más que lo que nos permite, ella, la vida, o la ilusión de la vida.


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Estuve yendo al dentista durante 4 meses. Llegaba y la doctora me pasaba al sillón típico de dentista luego de acomodar sus instrumentos. 

Por el miedo a los taladros, pinzas y demás cosas de tortura que usan los dentistas, cerraba mis ojos durante todo el tiempo que duraba la sesión. La doctora, de modo excepcional, tenía como suele decirse la mano muy suave, de modo que casi nunca sentí dolor intenso que me hiciera llorar o sudar. Era eso y el hecho de que siempre me puso anestesia: 

Me volví adicta a su anestesia.

Eso es lo que voy a extrañar ahora que ya no voy a ir: primero me untaba con un isótopo de algodón una sustancia que comenzaba a adormecerme la zona en cuestión. Eso se convirtió para mí en un anuncio de lo que se comenzó a tornar en una delicia: la inyección de la anestesia. Nunca miré la aguja ni nada, solo escuchaba. Pero el dolor del piquete seguido del dolor del ingreso de la sustancia líquida, eso, eso es un placer que voy a extrañar. La doctora me drogaba. Se lo agradezco. 

Una vez que hiciera efecto la maravillosa droga, ella comenzaba su trabajo y yo el mío: durante la siguiente media hora, o la hora completa, me dedicaba a pensar en lo que yo quisiera. A veces repasaba los temas de la clase, pensaba en estrategias de explicación para los alumnos. Pero otras veces pensaba en sexo. Cual debe ser, el sexo mental, el sexo de fantasía. 



En una de esas consultas escuché un comercial en la radio que la doctora ponía, el cual me llevó a pensar en el envase de la cerveza XX Lager, su botella verde siempre me ha parecido bonita. Me hice consumidora de esa marca en unos viajes que hacía al norte del país hace algún tiempo, ahí la vendían en casi todos los lugares que frecuenté. Recordaba su sabor de delicia mientras la acariciaba con mi dedo alrededor de su contorno perlado de gotitas de rocío. Y además me preguntaba: qué se sentirá hacerlo con el hombre de negro con una botella de XX Lager. 

XXX

Me encuentro medio vestida negro, me has despojado de la blusa pero me queda la falda de terciopelo negro ajustada, las medias hasta las rodillas, el brasier, las botas. Estamos los dos en silencio en un cuarto de hotel que tiene ventanas que dan a una avenida de la Ciudad de México, es un día entre semana. Cruzando la calle se encuentra una escuela primaria y los niños juegan a en su hora del recreo del turno vespertino. Desde mi percepción, el contraste de, por un lado, la imagen urbana con el sol poniéndose entre edificios con gente trabajando de ellos, el ajetreo del tráfico y las banquetas con vendedores que atienden a peatones que vienen o van a la esquina de Balderas, y por el otro lado, tu y yo metidos en ese hotel de paso, en el tercer piso, con la ventana abierta. y un paquete de cervezas en la mesa de centro. Escuchamos las voces de los niños y tu me dices voltéate. 

Te obedezco -como debe ser-. Me volteo hacia la ventana y me inclinas empujándome la cabeza de modo que me asomo por la ventana y veo la imagen de la primaria, lo niños jugando en su patio de escuela, miro el cielo contaminado, unas pocas nubes y el sol pintando de rojizo y violeta las nubecillas. Te me acercas, me empujas un poco con tu sexo erecto aunque forrado por tu ropa. Con tus manos tocas mi espalda y mis costillas, haces fuerza para que no me levante, para que me empine más. Alcanzo a ver la entrada del edificio del hotel, nadie más entra. Me untas tu sexo duro y escondido en tu pantalón, lo siento fuerte y restregado, juegas con mi trasero a placer y de pronto, ¡Plas! me golpeas una nalgada con toda tu fuerza que me hace brincar y apretar las manos, la excitación me ha acelerado, comienzo a respirar a prisa y a mojarme entre las piernas. Sigues moviéndote detrás de mi y yo te respondo, hacemos un diálogo de movimientos que tu diriges. Te mueves suave y fuerte, de un lado a otro, tus manos juegan se desplazan por mi espalda y las haces llegar a los senos, el pecho derecho te llama más, lo juegas y aprietas suave, yo sigo con la mirada puesta en los niños que gritan y corren. Nuevamente ¡plas! ¡plas! ¡plas! esta vez con mucha más fuerza, yo gimo sin poder evitarlo. Tu mano se ha detenido en mi trasero y la untas contra mi mitad, me tocas toda y yo siento el dolor de los golpes y me pregunto que más harás con tu mano, pues la juegas sobándome el dolor que me causaste. Entonces levantas la falda, ah, ah, siento el cambio de temperatura por tener el trasero al descubierto, acaricias mi ropa, mi panti negra la sigues con tus dedos como marcando la silueta, otra vez ¡plas! ay, ay, no puedo contenerme y grito un poco, el tiempo es tu aliado y yo no sé que harás conmigo en esa posición, no tengo permitido moverme, jalas mi panti estirándola para ver lo que hay dentro, yo siento como se estira y me estimula el clítoris, me excito más y más, te deseo en ese momento más. Tu decides soltarla panti de un golpe, se vuelve acomodar y procedes a desabrocharme el brasier al mismo tiempo en que me das un empujón con tu sexo aun vestido, hago fuerzas para no salirme toda por la ventana, acaricias mis pechos y te mueves untándote en mi. De repente subes tus manos que aprietan mi nuca, me acaricias la cabellera y ¡zaz¡ jalas mi cabello hacia atrás, me dices que no volteé, mi cabeza está levantada, solo puedo ver el cielo y lo contemplo. Con una de tus manos continúas jalándome como si fuera tu caballo que quieres domar, fuerte y dándole dirección, con la otra mano te desabrochas el cinturón, el botón del pantalón y tu bragueta, sacas tu sexo erguido y lo untas sobre mí panti primero, me desabrochas los listones de las pantis, sostienes tu sexo en la punta de mi ano primero y yo grito ¡ay! presintiendo el dolor y sintiendo excitación, estoy tensamente caliente, siento tu punta mojada y dura, sumamente durísima, luego lo bajas un poco y ¡zum! lo metes directo en mi vagina, me das y me das y yo gimo y gimo, me jalas los cabellos proporcionalmente a las entradas que me das, me coges toda, hasta dentro y yo me desvanezco de pié, mi ojos solo imaginan tu poder negro, tus metidas constantes y seguidas, con la mano libre me aprietas la parte baja de la espalda para que entre tu verga más y más. Así yo sin voluntad, me mueves hacia atrás, me diriges hacia la cama que estaba a nuestra espalda, sin sacarlo me pones sobre la cama, me pones de perrito y yo me sostengo con las manos, miro ahora la colcha de la cama y cierro los ojos, me empujas duramente, me nalgueas, me das fuerte con tus manos y en cada vez yo grito ahora con más fuerza. Procedes a sacarlo para dármelo de mamar, yo te lo chupo y busco tus manos para que con ellas empujes mi cabeza y mi boca se lo trague todo, me atraganto pero no lo suelto, te la mamo y te la mamo con el gran placer que me da sentirla en mis labios, en mi lengua, en mi garganta, es tan deliciosa, puedo estar ahí por horas solo descansando para respirar lo suficiente, pero tu decides sacarla y acostarme boca arriba, me abres las piernas y miro tu rostro, me miras atento y serio, esa mirada tuya me seduce y más que eso me, estremece y me da vértigo, me toma, eres tan hermoso. Pones mis piernas sobre tus hombros, tomas una almohada y me tapas el rostro con ella pero inmediatamente la levantas para decirme que la sostenga, la sostengo y me vuelves a cubrir con ella, siento tus manos sobre mis piernas que me las abren a todo lo que dan, ¡zum! me lo metes nuevamente, mi cuerpo se mueve de arriba a abajo y es penetrado una y otra vez hasta que me vengo, ¡aaaah! Me liberas de la almohada y me volteas nuevamente, me pones en cuatro patas sobre la orilla de la cama, tus dedos acarician mi vagina para mojarse, los sacas y buscan el ano, los metes, primero uno y luego dos, yo grito y cierro los ojos con fuerza, gimo y grito, arrimas tu verga que poco a poco busca meterse por ahí, yo pongo la cabeza contra la cama como rendida ante lo inevitable, me la introduces lentamente primero para que encuentre camino, yo grito y me abro aún más, te ofrezco todavía más mi trasero que para entonces está tomado por tu verguisima que lo toma como su hogar. Me lo introduces todo y tus manos toman mis caderas para menearme de adelante hacia atrás, tus movimientos son de ida y vuelta, en una de esas volteo a verte para que me veas como te tienes, completamente cogida entre tus manos y tu verga, te acercas y me buscas con tu boca la mía, nos besamos torcidamente entre mis gemidos cortados, me sigues dando y yo siento dolor y placer, un placer que solo por ahí siento. Se acerca tu venida, lo siento por tus movimientos acelerados y porque escucho tus gemidos, ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! Dejas de moverte al venirte. ¡Aaah aaah aaah aaah! 

XXX

Abro los ojos y miro el foco ahora apagado de sillón de dentista. La doctora me dice: ¿te veo la próxima semana? Y yo respondo: si, doctora y salgo del consultorio en dirección de la avenida. Tomo el transporte un poco estremecida por la media hora de sexo mental, y lamento que ahí, aunque pudiera sentarme, no es lo mismo, no puedo continuar contigo en mi cabeza, pues no puedo mantener los ojos cerrados tanto tiempo como en la consulta. De modo que me consuelo con un anuncio espectacular que muestra una enorme botella XX Lager, verde forrada de gotitas que guardan su lubricación. Suspiro, porque en esta consulta no alcancé a llegar a la segunda cogida: en ella, sacas las botellas verdes, nos las bebemos y luego... la usas para acariciarme con ella.

Continuará...




Epílogo: que dice que la droga de anestesia y las fantasías sexuales con el hombre de negro se me hicieron vicio juntas. Extrañaré a las primeras.


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