miércoles, 27 de enero de 2016

Depresión...



La depresión ha regresado, me gobierna. El miedo son mis ojos. Miro el mundo desde mi mundo de miedo. Toda la energía que me había sostenido, hoy se ha ido.

Depresión: dícese del dolor de espalda 
más grande que ha existido 
jamás sobre el planeta.

Ahora que lo tengo, lo siento y lo constato, y pienso: que el fantasma de la depresión ya se iba acercando en días pasados bajo la forma de un recuerdo recurrente y de un sospechoso sentimiento de nostalgia. Algo andaba mal aunque no sabía exactamente qué era ni por qué se movía.

La depresión, (si, así, dicho ya de manera directa, sin metáforas o figuras vagas), nunca se había ido del todo. Me rondaba. Como toda persona que la ha vivido y la ha sobrevivido, se que existe tanto en estado latente como manifiesto. Por alguna extraña razón ajena a mi entender, había logrado mantenerla a raya con la ayuda de un dique involuntario e consciente. Afortunadamente. Digo afortunadamente porque si hubiera estado en mis manos dejar de deprimirme, seguramente habría hecho algo para tocar el infierno nuevamente, nada más por volver a verme rodando el abismo. Pienso que una vez que nuestra alma se ha quemado en la intensidad del fuego, en alguna de sus varias versiones, se forma una vocación de ardor, sin importar la dirección en la que se apunte. Ella, la vocación, solo pide que la suelten para correr en desbandada, toda desnuda y animal.

Pero hoy se fue el dique y regresó la tormenta junto con el vómito y el miedo, la sensación de ser la estúpida total. Siempre me ha parecido ridícula mi imagen de adulta deprimida, ni que fuera adolescente. Pero así soy hoy, yo.

El recuerdo fue el anuncio que finalmente se cumplió: los recuerdos del CCH. Sus escenarios de salones blancos,  los pasillos, los edificios de dos pisos, las canchas de fútbol, las fondas, la cerveza a mares, la música ¡oh!. Cada recuerdo, cada maldito recuerdo sigue alojado en mi cerebro. Tener memoria privilegiada para ciertas cosas -la memoria es selectiva-, puede ser una tortura y una habilidad contraproducente. Mi actividad mental roe y roe los recuerdos. Se había mantenido desactivada por algún tiempo. Cinco años para ser exactos. Se ha ido el dique. Ha regresado la tormenta del cerebro. La principal facultad que se ve afectada es, como en todos estos casos, el sentido común. Me convierto en reina de las torpezas sociales y personales, el autosabotaje total.

Depresión: dícese de la reapertura 
de la caja de los comportamientos raros.

¿Pero por qué el CCH? Porque es el origen de los eventos que uno tras otro me llevaron hace 20 a la locura y sus secuelas, las que duraron los siguientes 16 años. Se me aparece un deseo constante de pensar en esa época de mi vida, de buscar a los amigos, de buscar a Alejandra, de buscar a mi hijo, al padre de mi hijo. Fantasías.

Mirar estos recuerdos era como acariciar la manija de la puerta que no debía ser abierta. Ok, no se abría, sólo estaba ahí, en su imagen real, sopechosamente presente pero cerrada. Sin embargo, hoy se abrió, y me engulló. Hoy estoy adentro de mi misma, sintiendo las nuevas certezas de más caída en espiral. Autodestrucción. Autosabotaje. La tristeza narcisista incontrolada. El gozo que me atrapa y alimenta. No quiero estar aquí otra vez. No por favor. 

Satán, apiádate de mi. 
Muerte, ven por mi.

El día de hoy me cansé. 
Hoy me abandonaron las fuerzas.
Muerte, voy a ti.