ANTONIO VEGASilencio, brisa y corduradan aliento a mi locurahay nieve, hay fuego, hay deseoahí donde me recreo
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Más que enemiga... no, enemiga no es, más bien, más que enemiga la Hermana Mayor se convirtió en una extra para mí y yo en una extraña igualmente para ella. Pero no, tampoco somos extrañas, pues nos conocemos de toda la vida, obvio. Más bien, ella es para mí alguien quien no me importa, su devenir dejo de involucrarme y yo a mi vez tampoco considero su ser junto al mío. Si nos vemos, muy de vez en cuando a lo largo del año, en esas ocasiones no sentimos la necesidad de contar nada, de hacer nada, de bromear nada, de mirar nada.
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Mis particulares reacciones:
Cuando era niña, Histeriquita Sadomasoca estaba enamorada de un niño, sólo que no le llamaba enamoramiento, no usaba esa palabra, más bien ella sentía que algo muy fuerte le pasaba cuando miraba a ese niño, y eso muy fuerte le gustaba demasiado y era distinto al resto de cosas que le gustaban pues estaba mezclado con algo de misterio, sentía una especie de miedo. Esa palabra sí la conocía y por lo tanto sí la usaba. Pero era un miedo distinto al resto de los miedos vividos -hacer una teoría del miedo: no hay un miedo, hay tipos de miedo, el miedo que seduce: vértigo-; distinto al miedo al enojo del padre, por ejemplo, distinto al miedo al cristo golpeado e insultado que vio una vez en la iglesia en semana santa, -quien dijo que la cultura es "bonita" es un perfecto miope. Más bien lo que sentía Histeriquita era el miedo de amor. Miedo de amor, eso era. Aquel niño se le presentaba como rodeado de un halo de hermosura casi celestial, de un aura de belleza y misterio. Habrá sido por lo que la Hermana Mayor contaba de él -que nunca llevaba de comer para el recreo-, habrá sido por la significación que la palabra "pobrecito" adquirió en la familia, habrá sido por el significado que transmiten las películas de Sara García de los "huerfanitos", lo que haya sido, aquel niño huérfano, mugroso, malvestido, flaco, con los pelos medio güerillos y parados, con lagañas en los ojos, usando pantalones de brincacharcos rotos por las rodillas, además, estaba bizco.
A la fecha, cuando Histérica Sadomasoca mira a un hombre bizco le invade una oleada de compasión-amor por aquel que casi siempre se muestra tímido por su marca. Entonces a ella le dan ganas de abrazarlo y decirle lo que siempre le lquiso decir al niño de su niñez, al niño que le robó el corazón: yo te voy a cuidar.
Y todo esto le viene a la mente cuando trata de darse una explicación de por qué, ¿por qué diantres los japoneses ahora le resultan endemoniadamente guapos? Sí, guapos. Tan serios que alcanzan la elegancia, tan serenos que rayan en la sensualidad, tan míticamente inteligentes que excitan, tan impasiblemente sufrientes...
-Sí doKtor, a los japoneses ya se los cargó godzilla y yo descubriendo que son la mar de guapos.
-Mmm, que intersante, mucha gente ahora se entrega al goce de la fantasía del fin del mundo y tú en cambio muestras algo de libido.
-¿Y eso qué es, doKtor? ¿Significa que hemos progresado?
-¡Já! Más bien significa que andas de caliente.
-¿Quién, yo?
-¿Hay alguien más en la habitación?
-Jeje, adiós doKtor
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El ángel del amor acarició mi ser en días pasados,
...si a mi vida llegara el amor...
el olor de España me tiene el vilo,
de mi a allá se van mis pensamientos,
El poder de una sonrisa
compite con el poder de la realidad
la pared del mar me somete... hasta nuevo aviso.
La historia de España.
Evoco lazos imaginarios
de la punta de un fragmento tejo toda la historia
de la punta de un fragmento justifico deseperadamente coincidencias históricas,
Coincidencias en tiempo y en espacio
dejaron el perfume de una posibilidad que me alimenta
Quiero comer España.
.FIN.
1 comentario:
A mí también me gustan los asiáticos.
Gracias por pasar por mi blog :)
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