CASA VIEJA
LA PRIMERA
La primera vez que tuviste un delirio, la primera vez que deliraste, fue probablemente a los 4 o 5 años de edad. Era de noche y estabas en la casa de los padres. La sala era uno de los escenarios, aunque en realidad no sabes precisar el lugar exacto donde te encontrabas. Solo recuerdas la oscuridad y la sensación de que estabas en la sala, o tal vez estabas en otro lugar pero tu pequeña mente pensaba en la imagen de la sala de tu casa. El tiempo era espeso, eso si lo puedes decir, que el tiempo era espeso y andabas dentro de él como en el efecto de la cámara lenta, pero no era cámara lenta. Era como si el tiempo tuviera eco, pero no era sonido. Era el eco del tiempo. Era como si estuvieras dentro de la pintura del Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp. Era como si el espacio no fuera fluido ni continuo, sino encerrado en una burbuja que todo lo contenía. Y entonces apareció: toda la realidad era grande-grande, gigante, inmensa, las cosas eran enormes, las veías y las sentías inmensas y lo pensabas: todo es grande, infinito, las cosas son enormes, y se escuchaba el tiempo, el tiempo te decía que todo era grande, imposible de abarcar, todas las cosas que conocías pasaban por tu mente en su infinito tamaño. Y de repente, todo era pequeño, infinitamente pequeño, era un punto, la realidad era un punto que estaba ahí frente a ti y era el total de las cosas. O todo era grande-grande o todo era pequeño e infinito. Así lo viste una noche en tu mente, siendo niña y ese pensamiento que luego se volvió recuerdo, estuvo dentro de ti durante mucho tiempo, te era familiar y te entretenías recordándolo en tu cabeza, a voluntad. Luego desapareció. No volviste a verlo. Pasaron muchos años, creciste. Y fue hasta que volviste a alterar tu consciencia con drogas cuando lo despertaste, o se despertó, no puedes estar segura si fuiste tú o fue él quien tiene voluntad propia. Volviste a ver y sentir que las cosas se hacían gigantes y acto seguido se convertían en un punto diminuto, y te vino a la mente el pensamiento de que eso ya lo conocías, ¡de que te acordaste!, de que siempre estuvo contigo. Fue recordar lo que ya conocías, la sensación de estar en la sala de la casa de los padres, en un día por la noche. No sabes qué había ahí, si era el diablo que siempre pensaste que te iba a salir de entre la oscuridad y que contrariamente a irte, más te acercabas y más te llenabas de miedo, y más te acercabas, y más miedo, y sudor y las cosas gigantes y las cosas pequeñas y tu mano y el punto en tu mano y tu dentro del tiempo espeso, el tiempo que no pasaba, el tiempo que se quedaba y te envolvía. Esa fue tu primera vez, Antichrista, la primera vez que deliraste.
LA SEGUNDA
La segunda vez fue en el hospital, no el psiquiátrico, sino en donde nació tu hijo. Fue a las pocas horas de haber parido. Te regresaron a tu cuarto, te habían puesto una gorra azul de esa tela que usan en los hospitales. A ti te dolía la cabeza como suele dolerte. Dolor de locura a veces la has llamado. No te habían dejado dormir en las horas previas al nacimiento, dijeron que no debías, que tenías que estar despierta durante las contracciones, pero tu tenías el sueño más grande de toda tu vida, querías dormirte y no saber nada de ningún dolor, ni de cabeza ni de parto ni de nada. Así fue la tortura de querer dormir y no poder. Luego de varias horas, al fin te bajaron al quirófano. Cuando te subieron a tu cuarto te dijeron que ya, que podías dormir y descansar. Ahora que lo recuerdas, ahí en tu cuarto estabas como en un limbo mental: sabías en qué parte de la ciudad estabas, sabías por qué estabas ahí, sabías que en cualquier momento iban a llegar los padres adoptivos de tu hijo, sabías que al siguiente día ibas a salir pero no sabías a dónde ibas a ir, no tenías lugar para vivir pero pensabas en buscar ese convento del que un maestro de la escuela te había hablado, que podías irte a quedar ahí para no quedarte en la terminal de la Tapo otra vez, tu plan era ese o bien, buscar a Alejandra, tenías el teléfono de su ex-novio y eso representaba tu salvavidas, pensabas, que ese era tu vínculo con ella y lo guardabas más que tus pocas pertenencias que la enfermera había guardado en tu bolsa de plástico, tu pantalón y tu suerte súper guango donde había cabido tu enorme panza que ahora estaba sorprendentemente suave y vacía. Así la sentiste cuando la tocaste con ambas manos cuando quedaste sola en tu cuarto. Así tus pensamientos dentro de la habitación del hospital, te quedaste dormida y te fuiste a millones de años luz de ese lugar... Despertaste, ya era de noche, la ventana que daba a la calle te lo indicaba. La luz de tu cuarto estaba prendida, reconociste el lugar y recordaste la situación, el qué y por qué estabas ahí. Entonces quisiste ir al baño, tenías ganas de hacer pis, sentiste muchas ganas pero no oías ruidos afuera que te indicaran si alguna enfermera o la doctora estuvieran cerca, querías decirles que debías ir al baño el cual estaba a unos dos metros de tu cama, que te ayudaran, que cómo le hacías, que no querías moverte, que no podías moverte, que no sabías si debías moverte, y tus ganas de hacer pis crecían, en verdad necesitabas ir al baño, y apretabas las piernas pensando en que había sangre entre ellas, que te acababan de coser, que te iba a doler y a arder cuando hicieras pis. Sentiste miedo del dolor y el ardor, pensaste que se te iba a infectar, te asustaste, pero tenías ganas, muchas ganas. Levantaste la mitad del cuerpo apoyada en los codos, trataste de mover una pierna y resentiste el movimiento en la herida de la vagina, te dio miedo pero no te dolió tanto como imaginabas, trataste de levantarte completamente, tus piernas ya colgaban de la cama, lo ibas logrando, pero fue entonces cuando pensaste que si te levantabas y caminabas tus entrañas todas se te iban a salir por la vagina, que te ibas a vaciar, las tripas, el estómago, el corazón, los pulmones, todo se te iba a salir por la herida, tuviste la delirante certeza de que eso te iba a pasar ahí sola en tu cuarto de hospital, te imaginaste desangrada tirada en el suelo y vacía. Fue eso lo que te detuvo para terminar de bajar de la cama y caminar hasta el baño, la consecuencia fue que no aguantaste y te hiciste pis ahí sentada en la cama...
Años después, de hecho, hace unos pocos años, en uno de esos recorridos mentales y enfermos que sueles hacer, te diste cuenta de que eso había sido un delirio, pues te vino un destello de razón que te hizo ver que no, que a nadie, a ninguna mujer se le salen las entrañas luego de dar a luz en un hospital porque si están pegadas, cómo se me iban a salir...
Con la vergüenza de tu locura, (porque a los locos no se les va la vergüenza, solo los perversos no la sienten, por eso son perversos), has llevado a cuestas esto que quieres dejar, lo que quieres explotar para que desaparezca de una vez, como el personaje loco de la película, ese personaje que explota su casa vieja con la ayuda su esposa que lejos de abandonarlo se queda con él y le dice que si él no puede solo necesita la ayuda de ella. Pero tú no tienes a nadie Antichrista, tu no tienes a nadie que te ayude a explotar la casa vieja con la sala oscura de los padres adentro,
A ti te da vergüenza cuando sientes que se te nota tu locura, cuando realizas un acto que no encaja, deseas internamente que no se te note, lo has aceptado pero deseas infinitamente que no se te note.
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VÁMONOS DEL PLANETA
No es la primera vez que me encuentro tan cerca de conocer la locura. Y ahora por fin ya sé que es: no poder controlar ni siquiera tus brazos, y sientes que están completamente agotados. No entiendes por qué.
Antes o después debería intentarlo: someterme a su hechizo, olvidando mentir. Y en otro nivel, no querer recordar ni si quiera al pasado, que sientes que está completamente agotado. No entiendes por qué.
Vámonos, de esta habitación al espacio exterior. Se nublan los ojos, todo de un mismo color. Mientras todo da igual, mientras todo da igual.
Ganar o perder, sé que nunca me importa. Lo que embruja es el riesgo. No dónde ir, eso es otro nivel y no puedes llegar ni si quiera tocarlo, y sientes que estás completamente agotado. No entiendes por qué.
Vámonos, de esta habitación al espacio exterior. Se nublan los ojos, todo de un mismo color. Vámonos de esta habitación al espacio exterior. Se nublan los ojos, todo de un mismo color.
Mientras todo da igual. 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2...